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La Leyenda de Tenebris y la Caída de Tarraco

 

En la costa de la Hispania romana, la ciudad de Tarraco florecía como un próspero puerto y centro de comercio. Sin embargo, en el corazón de su Senado, se cocía una trama oscura. Los líderes de la ciudad, cegados por la ambición y el deseo de poder, comenzaron a conspirar entre ellos, traicionando a aliados y amigos por riquezas y control. Esta corrupción pronto atrajo la atención de Tenebris, quien veía en la decadencia de Tarraco una oportunidad para alimentarse.

La leyenda dice que, una noche, mientras los senadores se reunían en secreto para planear su próxima traición, un frío inexplicable descendió sobre la ciudad. Las antorchas que iluminaban la sala comenzaron a parpadear, y una sombra, más oscura que la noche, se deslizó silenciosamente por las paredes. Uno de los senadores, el más codicioso de todos, sintió una presencia detrás de él, pero cuando se giró, no vio nada, solo una oscuridad abrumadora que lo envolvía.



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Esa misma noche, el senador desapareció sin dejar rastro. Sus compañeros, aterrorizados, intentaron buscarlo, pero solo encontraron su manto abandonado y un rastro de sombra que se desvanecía en el aire. Durante los días siguientes, la ciudad fue sumida en una oscuridad inexplicable cada vez que caía la noche. Las calles, antes llenas de vida, se vaciaron de repente, y los habitantes comenzaron a murmurar sobre una maldición que había caído sobre Tarraco.

Uno por uno, los senadores que habían participado en la conspiración comenzaron a desaparecer. Cada noche, otro miembro del grupo era reclamado por las sombras, hasta que solo quedó uno. Desesperado, el último senador buscó ayuda en los templos, rogando a los dioses que lo protegieran de la oscuridad. Pero era demasiado tarde. Tenebris ya había reclamado su alma, y una noche, mientras el senador huía por las calles desiertas, la sombra lo alcanzó y lo envolvió en su negrura eterna.

Con la desaparición del último senador, la oscuridad sobre Tarraco comenzó a disiparse, pero la ciudad nunca volvió a ser la misma. Los habitantes que habían sobrevivido a la plaga de sombras abandonaron la ciudad, temerosos de que la oscuridad regresara. Tarraco, una vez un brillante faro de civilización, se convirtió en una ciudad fantasma, sus calles vacías y sus edificios en ruinas, un recordatorio silencioso de la furia de Tenebris.

Moral de la historia:

La historia de Tenebris y Tarraco advierte sobre los peligros de la corrupción y la traición. Cuando la oscuridad interior de los hombres se manifiesta, puede atraer fuerzas más oscuras que las propias ambiciones humanas, y estas fuerzas no pueden ser controladas ni evitadas. La caída de Tarraco se convirtió en una lección de humildad para las generaciones futuras, recordándoles que el poder y la codicia siempre tienen un precio, y que la oscuridad acecha en los corazones de aquellos que la invocan.

La Leyenda de Ferrucius y la Villa de Pompeii


 Cuenta una antigua tradición que en los días de la gran República, cuando el poder de Roma parecía invencible, existía una pequeña villa en las laderas del Monte Vesubio conocida como Pompeii. Era un lugar próspero, lleno de vida y alegría, donde los habitantes vivían en paz, confiados en la protección de sus dioses. Sin embargo, en las sombras, un grupo de sacerdotes ambiciosos practicaba oscuros rituales, alejados del ojo vigilante de la ciudad.

Estos sacerdotes pertenecían a un culto antiguo, olvidado por el tiempo, que adoraba a Ferrucius, el demonio de fuego y destrucción. Creían que, al invocar su poder, podrían traer un nuevo orden a Roma, uno donde ellos gobernarían con un poder ilimitado. Durante años, recolectaron reliquias y recitaron conjuros en secreto, esperando el momento adecuado para liberar a Ferrucius de su prisión volcánica.

Una noche, cuando las estrellas se alinearon y el cielo se tiñó de un rojo ominoso, los sacerdotes descendieron a una caverna profunda bajo el Vesubio. Allí, en un altar hecho de roca fundida, pronunciaron las palabras prohibidas que resonaron en lo más profundo de la tierra. De repente, la montaña tembló, y un rugido ancestral se escuchó en todo el reino. Ferrucius había despertado.



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Al principio, parecía que los sacerdotes tenían éxito. El demonio emergió del cráter, su cuerpo resplandeciente en la oscuridad de la noche, y alzó sus brazos al cielo, invocando un mar de fuego que descendió sobre la villa de Pompeii. En un instante, todo fue consumido: las casas, los templos, los bosques circundantes, nada quedó más que cenizas y rocas ardientes.

Pero Ferrucius no se detuvo. En su despertar, había recordado la traición de los dioses que lo habían encarcelado, y su furia no tenía límites. El demonio, en su insaciable deseo de destrucción, volvió su ira contra aquellos que lo habían invocado. Los sacerdotes, horrorizados al darse cuenta de su error, intentaron huir, pero Ferrucius los atrapó, uno por uno, y los consumió en llamas, reduciéndolos a cenizas.

La leyenda dice que los dioses, al ver la destrucción que se avecinaba, decidieron intervenir. Júpiter, el rey de los dioses, envió un rayo que golpeó a Ferrucius, obligándolo a regresar al abismo volcánico de donde había emergido. Con un último rugido de ira, el demonio fue sellado nuevamente bajo la montaña, pero no antes de prometer que, algún día, se liberaría y traerá el fin de todo lo que los humanos conocen.

Desde entonces, el Monte Vesubio ha sido un lugar de temor y reverencia. Los habitantes de las tierras circundantes todavía cuentan esta historia a sus hijos, como un recordatorio de la peligrosa combinación de ambición desmedida y fuerzas más allá de la comprensión humana. Cada vez que el Vesubio lanza humo o tiembla, se dice que es Ferrucius intentando liberarse, y todos en la región tiemblan de miedo, recordando la trágica historia de Pompeii y la furia del demonio de fuego.

CONVERSACIÓN CON LUCIFER

CONVERSACIÓN CON LUCIFER

La conversación era sencilla. Yo podría hacerle algunas preguntas, y él podría hacerme otras a mí.  Era curioso a mi parecer ¿Pues qué quería saber el diablo de nosotros? Entonces empecé;



¿Es real el cielo?
Si, ─me contestó─ tan real como lo es el infierno ─su voz era como brazas agonizantes en una chimenea─.

¿Quiénes irán al cielo?
Todo aquel a quien dios deseé tener ahí.

¿Podrías ser más específico? ─Entonces él interrumpió─.
¿Cómo se siente el miedo? ─Un poco confundido trate de explicar el sentimiento, mi explicación fue intuitiva. Pero él pareció satisfecho con mi respuesta.

¿Por qué te interesa saber eso? ─Le pregunté.
Porque cuando dios me hizo, limitó mi capacidad para sentir miedo, es más, no puedo sentir muchas cosas.

¿Qué es lo que puedes sentir?
Dolor ─dijo él.

Sabiendo que quedaba poco tiempo reenfoque la discusión:

¿Podrías precisar tu respuesta a la pregunta sobre el cielo?
El cielo está abierto para todas las criaturas de dios sin excepción.

Entonces, ¿tu también puedes entrar en el cielo, ya que eres una creación de dios?
Podría, pero no lo haré.

¿Por qué no?
Por que cometí el pecado más ofensivo, hice lo que solo Dios debería hacer.

¿Te refieres a la creación?
Mi intento no funcionó. Cree ángeles a mi imagen y semejanza, así que la culpa recae en mí. Mis ángeles están encausados en crear sufrimiento y destrucción, dios dictaminó que sus almas sean confinadas al infierno por toda la eternidad.

Tus ángeles, son los demonios ¿verdad?
Supongo que si, además no puedo irme al cielo, no sin mis creaciones pues ellos estarán sufriendo. Por ese motivo decidí que al llegar el momento estaré en el infierno para sufrir a su lado.

Pero ¿Por qué hacer eso?
Porque los amo.

Bueno, los demás estarán eufóricos cuando les de la noticia.
¿Y qué noticia es esa?

Que sin importar lo que hayamos hecho, todos iremos al cielo.
Pero tú no puedes, de hecho, ninguno de ustedes puede hacerlo.

Mi voz se tornó temblorosa y pregunte ─¿No fue eso lo que dijiste?
Si, si que lo dije. ─Con un tono de voz triste y desgarrador─.

Entonces, no entiendo.
Es que ustedes no son una creación de dios, son creación mía.


LA MACABRA HISTORIA DEL ORIGEN DE LA BELLA Y LA BESTIA


LA MACABRA HISTORIA DEL ORIGEN DE LA 
"BELLA Y LA BESTIA"

Los mitos, esas narraciones que explican el mundo de manera mágica y literaturizada, no son cuentos inocentes que les leemos a los niños antes de irse a la cama (aunque lo hagamos).

Por el contrario, en las sociedades tradicionales los mitos eran la manera de establecer en el inconsciente colectivo algunas regulaciones sociales y morales básicas —el incesto, por ejemplo, está prohibido en prácticamente todas las culturas a través de diferentes relatos indirectos que, sin embargo, presentan siempre rasgos comunes.

Y aunque ya no creemos en la existencia de señores con patas de caballo o pueblos donde todo el mundo tiene cabeza de perro (y ni siquiera está demasiado claro que los griegos lo hicieran) estos mitos siguen traspasándose de generación a generación por medio de cuentos populares, leyendas urbanas, exempla medievales, películas y cómics.


Sus argumentos se van adaptando a las necesidades de cada generación que los acoge para prohibir, explicar o construir diferentes ideas.

Y entre esos cuentos que nos han llegado desde la noche de los tiempos y que han sido modificados una y mil veces (pero siguen siendo el  mismo), tiene un puesto de honor el de "La Bella y la Bestia", que estos días está de moda por la nueva versión que Disney estrenará el 17 de marzo en España.

Todos conocemos la historia por la famosa película musical que ya hizo Disney en 1991: una chica se enamora de una bestia, pero el amor acaba por convertir a la Bestia en príncipe. ¿El lema? La belleza está en el interior.

Y así el trasfondo de la película casi podría parecer una defensa de los "hombres reales". ¡Porque debajo de todo ese pelo también hay un corazoncico!

Pero si examinamos detenidamente la genealogía del relato y el contexto en el que se crearon sus diferentes versiones, podremos obtener una visión muy distinta del oscuro simbolismo que oculta la historia de "La Bella y la Bestia".

Muchos expertos señalan como origen de este cuento un texto del siglo II incluido por el escritor romano Apuleyo en El asno de oro y llamado "Cupido y psique".

En él ya están presentes algunos de los elementos básicos del mito: la protagonista (Psique) es la menor y más hermosa de tres hermanas. La diosa Venus, celosa de su belleza, ordena a Cupido que haga que Psique se enamore del hombre más horrible que exista.

Este enamoramiento de joven y animal temible no es, de cualquier manera, algo exclusivo del cuento de Apuleyo, sino que es común a muchas otras historias. Durante la Edad Media irá tomando diferentes formas en los libros de relatos que llegan a Europa desde Oriente y en las recopilaciones de ejemplos —repletas de cuentecillos, chistes y fábulas— que los predicadores medievales usaban para explicar la fe a sus fieles analfabetos.

En su cuento "El rey cerdo" cuenta la vida de un príncipe que, por un designio mágico, nace con la forma de un cerdo. Pero después de casarse con dos hermanas que tratan de asesinarlo por puro asco (y que él en consecuencia se ve obligado a matar) la hermana pequeña de la familia devuelve sus caricias, el hechizo se levanta y el príncipe puede quitarse la piel de cerdo revelando a un sexy maromo que posteriormente se convertirá en rey.

Este cuento lo recopiló Perrault en sus Cuentos de mamá ganso de 1697, y de ahí pasó a diferentes escritoras que reutilizaron la historia durante el siglo XVIII: Madame d'Aulnoy, Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve y Jeanne-Marie Leprince de Beaumont. Serán estas dos últimas las que acuñen la formulación más actual del cuento, con el padre mercader, las hermanas malvadas, el castillo y demás, y la versión de Beaumont será el origen de la mayoría de películas sobre el tema.

En cualquier caso, parece que el núcleo del relato permanece estable desde la versión de Straparola: no pasa nada si te casas con un hombre horrible (simbolizado por la bestialidad, es decir, la no humanidad) porque el amor puede cambiarlo.

"La Bella y la Bestia", en realidad, participa de un tema muy común en la literatura medieval: quiere enseñar a las jovencitas, en un ambiente dominado por los matrimonios de conveniencia, a comportarse con su maridos.

Dado que era muy frecuente que los padres casaran a las adolescentes con viejos o desconocidos por motivos económicos y que estas fueran, en cierta medida, la moneda de cambio de la época, había que dar a las jóvenes el mensaje de que no pasaba nada, que estaba todo bien.

Que el monstruo se convertiría en príncipe si accedían a tener sexo con él.

En realidad, el subtexto de "La Bella y la Bestia" venía a apuntalar las convenciones sociales, sexuales y culturales de la época medieval, y hoy es posible preguntarse cómo una idea tan anticuada y sexista puede seguir sustentando un relato. ¿Para qué hace Disney otro remake de una historia con un mensaje tan rancio?

La respuesta fácil sería decir que su contenido ha cambiado. Que a través de los años la superficie del cuento se ha mantenido pero el significado ha variado totalmente, y que ahora "La Bella y la Bestia" es una defensa de que "la belleza está en el interior".

Pero todos sospechamos que hay otra respuesta: el sustrato mítico sigue siendo necesario para el sistema, y por eso Disney —a la que le caen acusaciones de conservadora, racista y sexista día sí y día también— sigue interesada en la historia.

Tan solo hace 200 años Moratín publicaba El sí de las niñas, donde criticaba precisamente la práctica del matrimonio de conveniencia en la España de principios del siglo XIX. Pero sabemos que aún hoy es algo común en muchos lugares del mundo.

Y sabemos que, si bien no de forma tan evidente, algo muy similar sigue pasando en nuestra sociedad: "¿tu sugar daddy no sabe poner la colada ni hacerse la cena?"

"No te preocupes, que ya aprenderá cuando os caséis".

El amor todo lo puede.

LA VERDADERA HISTORIA DEL NECRONOMICÓN



El libro de los muertos que muchos aún creen que es real

De todos los libros mágicos del mundo, pocos son tan famosos (o infames) como el Necronomicón, el libro de la ley de los muertos. Se trata de una recopilación de conjuros y rituales antiguos que según el mito traen la locura o la muerte a la persona que trata de ponerlos en práctica.


El Necronomicón no es un libro real. Se lo inventó de cabo a rabo (título, autor y origen incluidos) el escritor de novelas de terror H. P. Lovecraft. La primera mención que existe del libro data de 1922, en el cuento corto El sabueso. Un año antes, Lovecraft había colado el nombre del supuesto autor del libro, un árabe llamado Abdul Alhazred en el cuento La ciudad sin nombre.

La idea de un tomo mágico capaz de invocar a dioses oscuros resultó tan atractiva que hasta el propio Lovecraft recibió muchas cartas en vida interesándose por el libro. El escritor siempre negó que el volumen fuera real y explicó en varias cartas que hasta el título también es una invención suya. En una ocasión, Lovecraft escribió lo siguiente al respecto:
"En relación a los libros terribles y prohibidos, me fuerzan a decir que la mayoría de ellos son puramente imaginarios. Nunca existió ningún Abdul Alhazred ni el propio Necronomicón, porque inventé esos nombres yo mismo. Luwdig Prinn y su grimorio De Vermis Mysteriis fue ideado por Robert Bloch, mientras que el Libro de Eibon es una invención de Clark Ashton Smith. Robert E. Howard debe responder del personaje de Friedrich von Junzt y su Unaussprechlichen Kulten...
En cuanto a libros escritos en serio sobre temas oscuros, ocultos, y sobrenaturales, en realidad no son muchos. Esto se debe a que es más divertido inventar trabajos míticos como el Necronomicón y el Libro de Eibon".
El fragmento pertenece a una de las muchas cartas en las que Lovecraft insistía en el carácter ficticio del libro a todo aquél que se interesaba en él. En esta página sobre Lovecraft se pueden leer otras respuestas en la misma línea.

El problema del Necronomicón es que Lovecraft se tomó muy en serio el trabajo de crear una historia verosímil alrededor del libro. Para empeorar las cosas, mezcló esa historia con algunos detalles reales hasta el punto de que muchos siguen convencidos de que es un libro real. Entre los datos inventados por Lovecraft encontramos los siguientes:
  • El Necronomicón fue escrito en el año 730 por un poeta y demonólogo árabe nacido en Yemen llamado Adbul Alhazred. Se trata de un personaje ficticio cuyo nombre procede de un pseudónimo que el propio Lovecraft usó en su juventud tras leer Las Mil y una Noches (Se trata de una contracción de Abdul All Has Read, el que lo ha leído todo).
  • Alhazred tituló el libro en árabe Kitab Al-Azif (en árabe: El rumor de los insectos por la noche, sonido que el folclore árabe atribuye a demonios como los djins y gules que ya se mencionan en Las Mil y una Noches).
  • Alhazred murió en el año 738, despedazado y devorado a pleno día por una entidad invisible en un mercado de Damasco. Parte del libro lo compiló otro erudito iraní llamado Ibn Khallikan. Este último sí es un personaje real.
  • El necronomicón lo tradujo al griego bizantino un monje llamado Theodorus Philetas (ficticio), que fue el que le dio su título actual. Las versiones en árabe y griego se han perdido. Las actuales proceden de una traducción al latín realizada en el siglo XIII por un padre dominico llamado Olaius Wormius. El problema es que sí hay un personaje real con este nombre. Se trata de un médico y anticuario danés del siglo XVI.
  • Pese a que la iglesia católica prohibió el libro, editores españoles y alemanes realizaron un puñado de copias en el siglo XVII. En la actualidad se conservan cuatro copias: una en la biblioteca Widener de la Universidad de Harvard, dentro de una caja fuerte; una copia del siglo XV, en la Biblioteca Nacional de París; otra en la Universidad de Miskatonic en Arkham (Esa universidad no existe) y otra en la Universidad de Buenos Aires.

Todos los datos expuestos hasta ahora, aunque contienen referencias a un algunos personajes o instituciones reales, son completamente ficticios e inventados por Lovecraft. El problema es que el Necronomicón y la propia obra de Lovecraft son tan fascinantes que desde entonces muchas otras personas se han dedicado a engordar la bola de mentiras alrededor del supuesto libro. Se dice, por ejemplo, que está encuadernado en piel humana, aunque Lovecraft nunca llegó a describir su apariencia. Hasta se han llegado a subastar copias supuestamente confeccionadas en el Siglo XVII que no eran más que estafas para incautos.

En las universidades donde Lovecraft escribió que se conservan copias del libro han aparecido fichas muy detalladas del mismo (que figura como no disponible). Son obra de bromistas, pero legitiman la ficción de Lovecraft hasta hacerla difícilmente distinguible de la realidad. Se dice que hasta el mismísimo Jorge Luis Borges creó una ficha del Necronomicón en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. No es el único caso. Hay muchas otras universidades y bibliotecas del mundo en las que pueden leerse fichas del libro, aunque el volumen en sí nunca está disponible.

En 1973, la editorial Owlswick Press publicó una supuesta edición limitada del Necronoimicón basada en unos manuscritos supuestamente encontrados en oriente medio por el escritor de ciencia ficción L. Sprague de Camp. La obra está escrita en un dialecto inventado del árabe llamado Duriac.

En esa misma década apareció una versión del Necronomicón escrita por alguien que se hacía llamar simplemente Simon. Se basa muy libremente en las descripciones de Lovecraft unidas a la mitologia Sumeria. Detrás del libro está el escritor sobre ocultismo Peter Levenda. Levenda así lo reconoce en su página web, aunque hace todo lo posible por sugerir que en realidad Simon es otra persona y él solo protege su identidad como editor. Con el tiempo, su versión se ha conocido como el Simonomicon, y hasta los ocultistas dicen que es completamente falsa.

En 1978 se publicó otra versión supuestamente obtenida tras descifrar mediante un superordenador un texto oculto en una obra de John Dee, un científico y ocultista real que sirvió como consejero a la reina Isabel I de Inglaterra y que frecuentemente se le asocia como uno de los traductores del Necronomicón. Hasta se ha llegado a decir que el Códice Voynich es, en realidad, un Necronomicón disfrazado.

En definitiva, que el Necronomicon es probablemente el texto que nunca ha existido del que más versiones existen. La situación ha llegado a un punto de absurdo en el que los entusiastas del ocultismo aseguran que en realidad Lovecraft se inventó el Necronomicon como una cortina de humo para ocultar la existencia de otros libros que había leído y que sí contenían los conjuros, sellos y poderes ocultos que se atribuyen al volumen original.

A día de hoy, encontrar una copia del Necronomicón es fácil. Solo tienes que acercarte a tu librería favorita o buscar en Internet. Lo que ya no te podemos garantizar es que sea el auténtico, ni que los rituales que describe vayan a ayudarte a algo más que a pasar un rato escalofriante jugando a la magia negra con tus amigos.