MI OSCURO AMOR SATÁNICO
Peggy Nadramia ©1993
Veo una puerta roja y quiero pintarla de negro. Soy de las cosas que en la noche hace ¡Bump! Soy Satanista de nacimiento. Soy un flan y no puedes clavarme a ninguna pared; de hecho, arrancaría ésos clavos y te los arrojaría de vuelta. Dime cuán negativa soy, dime cuán llena de odio estoy. No sólo serias estúpido, estarías equivocado.
Drácula amaba a sus novias. El Dr. Frankestein amaba a su criatura. Mi amor Satánico arde ferozmente; es perfecto y sin compromisos.
Primera y necesariamente, me amo a mí misma. Después de todo soy mi propio Dios, y no tengo ningún otro sobre Mí. Soy lo más importante en mi mente; siempre me traigo flores. Algunas veces me doy cuenta que pude haber hecho algo mejor; a veces cometo errores. Es maravilloso como aprendo de éstas cosas; es excitante tener una oportunidad para ser un mejor Yo. Aun cuando me niego algo a mí misma, sin gratificación alguna, siempre es para disfrutar de algo aún más satisfactorio y que a largo plazo, sea más valioso. Por esto odio de forma tan pura e irrevocable cualquier cosa que sea un desperdicio de mi tiempo, energía y atención.
Junto conmigo, amo a aquel que no soy yo, es decir, mi esposo. Él es, en cierta forma, la conciencia en la cual veo un maravilloso reflejo de mi propio Dios; de mí misma. Su amor por mí lo califica con el mejor de los gustos y el mejor discernimiento, después de todo; obviamente sabe qué es lo mejor para Mí. Mis células responden a sus feromonas, y estar alrededor de él, me proporciona un sentimiento elevado de felicidad y bienestar. La forma de su rostro es la visión más querida para mí en éste mundo. Él es mi mentor, mi maestro, mi mejor amigo; he puesto mi entera confianza en él, y la acepta sólo como puede hacerlo un hombre de verdad. Sus esperanzas, sueños y metas también son los míos y por esto odio cualquier cosa que lo angustie o se interponga en su camino. Este odio, es también negro y puro, y como la pólvora puede arder tan brillante y febrilmente como mi amor.
Después, amo a mi tribu, a mi gente, aquellos que son como yo. Pueden ser amigos o familia, pero en mi corazón son mi tribu, y la Llama Negra arde en su interior. Iluminan mis días y me dan alegría con sus logros y sus éxitos; hacen del mundo un lugar más interesante y sólo un Satanista sabe lo que vale éste don. A veces están lo bastante cerca para compartir alimentos, calor o simplemente compañía; a veces están lejos, con su voz en la línea telefónica, o sus palabras en una hoja de papel. Pero siempre están aquí, son parte de mí, son mi gente. No puedo sentir indiferencia hacia los que afligen a mi tribu. Aquel que los ataca, me ataca; el que pone obstáculos en su camino se gana mi ira, mi enemistad, mi odio.
Como una Satanista por naturaleza, estoy felizmente libre del prejuicio judeo-cristiano-islámico contra los animales no-humanos y así es como nunca he dudado que lo que siento y he sentido por mis mascotas es y simple y puro amor. Las amo más de lo que amo a muchas personas; valoro sus vidas mucho más. La Llama Negra de Satán arde oscura y suave en los animales, en su forma más pura y profunda. Me erizo e irrito ante las leyes que otorgan a niños destructivos, indeseados y horribles más derechos de los que tiene mi perra. Ella es mi propiedad y sólo yo puedo protegerla como tal. Un producto de miles de generaciones de procrear para domesticarlos, para convivir con los humanos, no está ni un pelo alejada de su instinto salvaje. Así como aprecio su vida, igualmente desencadeno mi odio en aquellos que serían crueles con ella. Les pelo mis colmillos.
Amo todo lo que me pertenece, todas mis cosas. Amo mis libros, mi música, mi vajilla china, mi cafetera, mi impermeable, mi vieja y suave blusa verde. Odio a cualquiera que robe, destruya o desordene mis cosas; ¿Por qué no habría de hacerlo? ¿Qué valor podría darle a semejante escoria que excediera el que le tengo a mi mug de porcelana, o a mi perfecta bolsa de cuero?
En contingencia con todo esto, amo al mundo. Es tan hermoso, un escenario perfecto para mi Dios, es decir, Yo. Amo las montañas, el mar, los acres de árboles sin una sola casa, las hileras de casas antiguas y encantadoras, los museos, la niebla, mi delicioso alimento, las tardes apacibles, las noches estrelladas. Si tan sólo no existieran todos éstos bastardos anti-vida que quieren joderlo todo, que se odian tanto a sí mismos que tienen que destruir la fuente de su propio sustento. Los odio. Sólo en las profundidades de la Llama Negra en mi corazón se puede saber cuánto los odio y lo que le han hecho al mundo, estos quemadores de libros, esos abusadores de niños, ésta gente que como Charlie dijo, matan cosas que son mejores que ellos. Cuando preguntan por qué odiamos a los cristianos; ¿Podrían entender la respuesta si no aman como lo hacemos nosotros, con éste oscuro y Satánico amor por la vida y el ser?
The Black Flame, Volumen 4, Números 3 & 4, XXVIII A.S.