SATÁN Y SU IMPERIO


SATÁN Y SU IMPERIO
David R. Ondrejko

Los Satanistas no creen en Satán. Por otra parte, los Satanistas sí creen en Satán. Depende de qué se quiera decir con las palabras “creer” y “Satán”. ¿Creo en una criatura de aspecto gracioso en mallas rojas con cachos y cola? NO. Tampoco creo en la mentira literaria cristiana de que era un Ángel que Jehovah/Yahveh/YHWH arrojó del cielo por ser ambicioso.

Lo que creo es que Satán representa el llamado “lado oscuro” de la humanidad. Representa el egoísmo, la rabia, el deseo, el odio, el orgullo y todas las emociones que se tienen por negativas. Representa tener lo que quieres. No es “real”, en la forma que tú y yo somos reales, o el presidente, o el tipo de la tienda que queda a la vuelta de la esquina. Sin embargo, lo que representa sí es real.

No creo en él de la manera en la que los cristianos creen en su patética deidad. No adoro al Señor Oscuro, ni tampoco busco para que me dé su diabólico sello de aprobación a la forma en como vivo mi vida. YO soy el único ser cuya opinión importa al final. Soy un Satanista porque me place serlo, no porque haya sido amenazado o expulsado de alguna religión.

Satán es tan real como yo mismo lo soy. Es decir, manifiesto un ethos Satánico; Satán se hace real a través de mí. Soy, —y es lo mejor (¿o peor?) que me pasa —la encarnación de Satán mismo.

¿Qué es un ethos Satánico? En su forma más sencilla, es egoísmo puro: total y único cuidado por mí mismo. A veces soy amable con otras personas porque quiero serlo, no porque alguien me esté diciendo que “debería serlo”. Podría lo mismo ser cruel con ellos, y con la misma base moral —fui cruel porque “quise” ser cruel con ellos.

Satán es real porque yo soy real, y somos uno. Su imperio es mi imperio y crece a diario, dándonos gran poder e influencia. La única “adoración” que hago es el darme gusto a mí mismo haciendo lo que quiero hacer.

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