DESVARÍOS DESDE EL TÁRTARO
Anton Szandor LaVey
Probablemente la pregunta formulada con
mayor frecuencia por los practicantes de Magia Satánica, “¿Por
qué mi ritual no parece tener efecto alguno?”. Invariablemente, mi
respuesta a esta pregunta es “Porque te preocupas mucho por ello”.
Una vez se ha realizado un ritual de la manera apropiada, no debería
importar si se ven o no los resultados, ya que, mediante otros
medios, supuestamente ya lograste lo que querías. El haberlo
“expulsarlo de tu sistema” debería librarte de toda
preocupación. Podríamos compararlo con el sentimiento ambivalente
que se siente hacia el sexo inmediatamente después de una
experiencia sexual altamente fatigante y satisfactoria.
La manera más segura de tener éxito
al maldecir a un enemigo es hallar inmediatamente un enemigo nuevo,
justo después de haber lanzado el conjuro sobre tu primer enemigo.
Si tiendes a hacerte enemigos muy fácilmente, esto no debe
representar problema alguno. Si no, pues en cualquier comunidad hay
hordas de gente reprobable recorriendo las calles. Así que en cuanto
a enemigos potenciales, la oferta supera ampliamente la demanda.
La estasis es un impedimento para
lograr tus objetivos mágicos en la medida en que gastes mucho tiempo
en el objeto de tu trabajo. Muévete siempre. Nunca te detengas mucho
tiempo en un sólo deseo. Ritualízalo, sácalo de tu sistema, aún
si hacerlo significa aislarte en una reclusión dolorosa y obsesiva,
y luego, cuando ya no te importe, llegará hasta tí.
¿Cómo se puede evitar el preocuparse?
Hay muchos trucos que pueden emplearse. La creatividad es uno de
ellos. Cuando estás en el proceso de crear algo, tu cerebro debe
operar a un nivel creativo; no en un nivel rutinario y repetitivo.
Aquí encontramos una combinación ideal, ya que si las manos pueden
crear un fascímil del objetivo deseado con tal destreza que resulta
convincente, entonces es tan bueno como el original.
Si utilizamos éste método, nos
daremos cuenta que la necesidad original ya no será tan importante,
ya que tu creación la ha reemplazado. De esta manera, no necesitarás
lo que querías hacer con tu ritual. Para simplificarlo (aunque no
recomiendo tal opción). Si lo que quieres es dinero y no puedes
conseguirlo, creas algo que se aproxime a éste —también conocido
como falsificación —las recompensas materiales recibidas podrían
igualar lo que habrías conseguido si hubieses adquirido dinero de
verdad. Tu necesidad del original ya no importa.
Un ejemplo perfecto de ésta teoría es
la masturbación epicúrea. Una vez han sido superadas las
necesidades del cuerpo, podemos darnos cuenta que una fantasía
artificial es infinitamente superior a un mal polvo. Sin embargo,
cuán a menudo observamos que el afán sexual cesa temporalmente con
una pareja, de quien bien podríamos decir que “en caso de tormenta
cualquier puerto es bueno” Lo único que aseguramos son más
frustraciones.
El que tiene, obtiene. Hasta que uno no
tenga, nunca conseguirá nada. Y tampoco lo vas a conseguir
quitándoselo a alguien más. Si no puedes entenderlo, no eres muy
mago que digamos.
Todos conocemos la razón por la que
los conjuros de las brujas “blancas” se les devuelven el
triple. Si éstas arpías están consumidas con tanta culpa como para
llamarse a sí mismas “brujas blancas” su acto vil de
maldecir a alguien produce de hecho el triple de culpa —asegurando
por tanto que sus maldiciones se les devuelvan. Aquí observamos de
nuevo una situación estática engendrada por una re-internalización
constante del problema por el que se realizó el ritual. ¿Alguna vez
han notado cómo las “brujas blancas”, ya sean
“tradicionales”, “gardnerianas”, etc, son temas
que salen constantemente a flote? Su embrollo de disensión secular
está moderado por el bendito hecho de que existe un enemigo común
—el Satanista.
El hecho que no nos hayamos molestado
en establecer una diferencia entre “Brujería” y
“Satanismo” - lo cual parece ser su tema favorito —indica
nuestra emancipación de la necesidad de lo que Thomas Szasz
denomina “El Otro”. Satánicamente hablando, lo que sea,
vamos por eso —porque “éso” es el heraldo de toda
reacción. En cambio, mágicamente hablando, debemos tomar la
posición de Groucho Marx en la película Horse Feathers,
donde en su papel del Profesor Quincy Adams Wagstaff, canta su
credo nihilista: “Lo que sea, me opongo a eso!”.
En este sentido aceptamos “éso”
(la mediocridad, la moda, el status quo, etc.) como un punto
de apoyo del cual lanzar el péndulo en la dirección opuesta (es
decir, Satánica). Así nos damos cuenta que esos “problemas”
—como ideales humanos que son —no sólo son pasajeros sino
fácilmente predecibles.