Apreciables humanos:
Buenos días, tardes o noches, me presento: soy Satán.
Redacté esta carta con el objetivo de aclarar ciertos aspectos y mitos respecto a mí; espero que al terminar de leer comprendas más sobre mi naturaleza y la tuya.
Primeramente, no soy un mendigo de almas como algunos pretenden hacerme pasar; tampoco soy un corriente genio que dedica su vida a conceder deseos o un vulgar comerciante que ofrece tesoros a cambio de mediocres vidas. Provengo de la naturaleza misma, y soy un Dios, al igual que tú y aquel que, cándidamente, se atrevió a nombrarse como el único y verdadero.
No soy el pastor de un rebaño, soy el estandarte de los libres; no salvo a los cobardes esclavos ni defiendo al desvalido, lucho junto a valientes guerreros y le muestro como blandir la espada al que tomo una roca para defenderse de su agresor y opresor.
No soy la muleta del cojo o el bastón del ciego, soy el motor que empuja al valiente y el guía del intrépido.
No te digo que creas en mí para mover montañas, te digo que tengas fe en ti para que logres esquivarlas o destruirlas.
No le doy de comer al hambriento o de beber agua al sediento, le enseño a cazar al que corrió con coraje detrás de su presa y le ofrezco vino al que, aún en el desierto, se atrevió a buscar agua.
En mi mesa se sientan solo aquellos que se vieron a si mismos como reyes o dioses, jamás ciervos, y mis banquetes no son para los pobres y vulgares, son para los que aprendieron a tomar de la naturaleza con elegancia y respeto.
No soy la luz protectora para el que le teme a su sombra, le otorgo la luz al que se atrevió a recorrer solo el abismo; no busco crear un reino lleno de cortesanos que constantemente me halaguen, deseo formar una nación para los pensadores desafiantes.
No tengo aguardando para ti un paraíso en la otra vida, donde estés rodeado de pasión, amor y riquezas; te obsequio toda la pasión, amor y riqueza que quieras y te atrevas a conseguir en esta.
No te ofrezco reencarnar, intentando romper una inquebrantable ley natural; te otorgo la verdadera inmortalidad, la que se alcanza dejando huella imborrable en la sociedad y el tiempo.
Gracias por tomarte el tiempo de leer, me despido agregando: no me sigas, buscando que te proteja de tu inevitable fin (muerte), mejor intenta caminar a mi lado para que conquistes las adversidades de tu vida.
Pd: Comulga contigo y yo te daré mi bendición
Escrito por Miguel Sánchez