SATÁN ¿DIOS O ANTI-DIOS?


SATÁN ¿DIOS O ANTI-DIOS?
The Watcher ©1990

Normalmente nos damos cuenta de que los términos "satanista" y "adorador del diablo" son utilizados de manera simultánea e intercambiable, en los periódicos, revistas y programas sensacionalistas, películas de horror, y hasta entre los que dicen llamarse Satanistas.

¿Cuál es la naturaleza, el origen para tal adoración, y es esa una manifestación apropiada de la filosofía satánica? Pues en cuanto a los "adoradores del diablo", o “diabolistas”, parece que sí lo son. Mientras sigan existiendo en el Mundo Occidental, pueden hallarse entre adolescentes y psicóticos/neuróticos. Algunos de ellos se estarán rebelando contra sus padres, tratando de causar controversia, o de escapar de la realidad. Al actuar así, el diabolista ha colocado a Satán en el lugar de dios/yahveh/jehová/jesús. Se ha convertido en un cristiano a la inversa, pero se halla bastante lejos de lo que es verdaderamente Satánico. Satán es el 'dios' de tales personas, pero Satán no es Dios; es Anti-Dios.

Vinnum Dei SatanasArtist. Wine Of Satan

LA CAÍDA
Según la mitología judeo-cristiana, el Hombre fue separado de su “creador” cuando comió del Árbol del Conocimiento, adquiriendo sabiduría y conciencia de sí mismo. Todo esto fue prometido, al mejor estilo de Prometeo, por la serpiente, Satán. Tal acto colocó al hombre en el camino a la divinidad potencial, y así fue como la humanidad cayó de su estado de gracia ante los ojos de Dios. (Gen. Caps. 2,3) La leyenda del Génesis es una elaboración hebrea de la épica babilónica de la creación, la cual nos cuenta que el hombre atrajo sobre sí la cólera de los dioses al adquirir, de manera similar, el don divino de la sabiduría. También aparece una Serpiente. —Origen Caldeo del Génesis, tratado escrito por G. Smith. Tanto en el Génesis como en las leyendas babilonias, el tema central es la separación del hombre de Dios (o los dioses), después de haber adquirido atributos divinos, por medio de un Ser considerado “maligno” por la divinidad de turno. El don satánico consistiría pues, en separar al hombre de la subordinación y dependencia divinas, y de las condiciones de total aburrimiento que reinan en el “Edén”, lugar en el cual nada cambia, milenio tras milenio, todo por voluntad de Dios. Es precisamente de la adoración de Dios de la que el Hombre es liberado por la 'serpiente', de la misma manera como Satán se liberó a sí mismo y a un alto porcentaje de las huestes angélicas de la tiranía divina, narrado de manera tan brillante por John Milton en su “Paraíso Perdido”.

BLASFEMIA
La adoración a Dios, cualquiera que sea su tipo, incluyendo especialmente la adoración al Diablo, es la negación suprema del Don de Satán, ya que su promesa a la Humanidad fue de que “seríamos como dioses”, al liberarnos de la tiranía divina. Los psicólogos modernos lo llaman autoconsciencia; el autodenominado Anticristo, es decir, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche lo llama auto superación; ambas declaraciones se hace énfasis en el Ser, liberados de los lazos del conformismo rebañero, proclamado por la superstición sacerdotal de la moral de rebaño. El único “Dios” al que adora el satanista es su propio Ser, lo que nos lleva a una entidad divina concebida por nosotros. El adorar otra cosa que no sea el Ser es despreciar el Don de Satán.

Éste principio fue descrito maravillosamente por Anatole France en su obra “La Rebelión de los Ángeles”. Satán dirige un ataque al cielo y sale victorioso. Arroja a Laldabaoth (es decir, Jehová) al Infierno y asume su trono. “Y Satán halló inmenso placer en la adoración y en el ejercicio de su gracia; amaba escuchar sus palabras de sabiduría y ver sus muestras de poder... Satán, cuya piel había temblado, hace mucho tiempo, con solo pensar en la idea de que el sufrimiento prevalecía en el mundo, se sentía inaccesible a la piedad. Veía a la muerte y al sufrimiento como el feliz resultado de su omnipotencia... el sabor de la sangre de sus víctimas ascendía hasta él como el aroma del incienso... llegó a condenar la inteligencia y a odiar la curiosidad. Se negó a aprender algo más, por temor a que si adquiría más conocimientos podía dejar ver que no lo sabía todo... entonces el denso humo de la teología llenó su cerebro... los siglos pasaban como segundos... entonces, un día, desde las alturas de su trono, dirigió su mirada a las profundidades del abismo y vio a Laldaboath en la Gehenna, donde él mismo lo había encadenado hacía mucho tiempo. En medio de la Oscuridad sempiterna, Laldabaoth conservaba su porte altivo. Ennegrecido y destrozado, terrible y sublime, miró hacia arriba, al palacio del rey del cielo con una mirada de profundo desdén, y acto seguido tornó la faz. Y el nuevo dios, mientras miraba por encima del hombro, observó pasar ante su turbada conciencia la luz de la inteligencia y el amor. Y he aquí, que Laldabaoth se hallaba contemplando la Tierra y, viéndola hundirse en la maldad y el sufrimiento... se levantó... y de ahí en adelante se dedicó a instruir y consolar a la humanidad”.

Pero eso no era más que una pesadilla que estaba teniendo Satán. Aún no había comenzado su guerra contra Dios, y se despertó bañado en sudor... “camaradas” dijo Satán a los que se hallaban a su alrededor, “¡No! ¡No conquistaremos los cielos! Ya tenemos poder suficiente. La guerra engendra guerra, y la victoria derrota. Dios conquistado se convertiría en Satán; Satán, al conquistar, se convertiría en Dios. Que los Hados me libren de semejante destino; amo al Infierno que dio forma a mi genio. Amo la Tierra, donde he hecho algún bien... ahora, gracias a nosotros, dios se halla desposeído de su imperio terrestre, y todo ser pensante que habita en ese globo lo desdeña o lo desconoce. Pero qué importancia tiene que los hombres no se sometan a Laldabaoth si el espíritu de Laldabaoth se halla en ellos; ¿si ellos, al igual que él, son celosos, violentos, codiciosos, y desdeñan el arte y la belleza?... en lo que a nosotros concierne... hemos derrotado a Laldabaoth, nuestro tirano, si y sólo si en nuestro interior hemos derrotado la Ignorancia y el Temor. En nosotros, y solo en nosotros, es donde debemos atacar y destruir a Laldabaoth”.

El Satanista no reza, ni le ruega a Satán, ni realiza ejercicios de doblar la rodilla. Reconoce al dios que habita en su interior y se esfuerza para sacarlo a la luz. Si lleva a cabo rituales o declara sus creencias satánicas, lo hace solo para evocar los poderes de su propio Ser, latente o lo que sea, y toma control de las energías que sólo hasta ahora están siendo descubiertas por las ciencias mundanas.

EL PRINCIPIO SATÁNICO
¿Quién o qué es Satán? ¿Una figura malévola de aspecto horrible demandando que se le bese el trasero para rendirle pleitesía? Leyendo el antiguo testamento y el libro del Apocalipsis, tal descripción parece ajustarse más a Jehová, como lo reconoció Anatole France. La siguiente descripción del “diablo”, hecha por Paul Carus, autor de la “Historia del Diablo”, describe bien la naturaleza de Satán, tal como es concebido por el Satanista moderno: “La maldad personificada es repulsiva a simple vista. Pero mientras más estudiamos la personalidad del Diablo, más fascinante nos resulta. Al principio de su existencia, el Maligno es la encarnación de todo lo que es desagradable, por lo tanto, de todo lo que es malo, malvado e inmoral. Es el odio, la destrucción y la aniquilación encarnadas, y como tal es el adversario de la existencia, del Creador, de Dios. El Diablo es el rebelde del Cosmos, el independiente en el Imperio del Tirano, la oposición a la uniformidad, la disonancia en la armonía universal, el que busca la originalidad, que se opone al orden de Dios, que representa un modo de conducta totalmente distinto; rompe la monotonía que permearía a todas las esferas del Cosmos si todo átomo en perfección inconsciente y con obediencia sumisa siguiera servilmente un curso prescrito deliberadamente”.

Satán puede ser descrito como la encarnación de aquellas fuerzas que nos conducen al progreso, alterando el orden estático donde sea necesario; que lleva al Hombre de su existencia primaria y animal a lo que es verdaderamente “humano”. Este es el verdadero significado de la leyenda del Génesis, y de la “caída” del Hombre de su estado de gracia ante los ojos de “Dios”.

Satán no es Dios, sino un Anti-Dios. No exige ser adorado; al contrario, que el hombre adore al Dios que lleva dentro de Sí Mismo, y se esfuerce por llegar a formas más elevadas de Ser, ya que al obrar así honramos tanto a Satán como a nosotros mismos.

Texto tomado de la publicación Satánica "The Watcher" #5.
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