Los "poseedores de la verdad" varían en presentaciones. Usualmente se les ve disfrazados de borregos cristeros, pero el Satanismo no queda exento de ellos. En ambas religiones, se han hecho menciones a aquello que denominan el Satanismo verdadero y que, usualmente, solo es una visión limitada de todo el amplio panorama que abarca esta corriente.
Por el lado de los borregos, el verdadero Satanismo es aquél que atenta directamente contra los principios expuestos en la Biblia cristera (lo cual por supuesto no es más que un sesgo al creer que el satanista atenta ÚNICAMENTE contra sus tradiciones). Si no cree en un Satanás real, orina biblias, recita el Padre Nuestro al revés y hace sacrificios de sangre, no es satanista. Pura ignorancia.
Por el lado de los satanistas, tenemos a aquellos que entienden únicamente al Satanismo como algo obligatoriamente bélico y publicano. Es decir: si no te opones activamente a todo lo "cómodamente establecido" y no haces público tu pensar sin incomodar a alguien, no eres un verdadero satanista. Caen en la ironía de ejercer una religión centrada en el individualismo, pero también buscando que actúes acorde a un solo bien común (planteado por otros), de otro modo simplemente eres un "nazareno".
Ambos casos coinciden en un solo punto: proselitismo. Unos, por un lado, pregonan el libre albedrío, pero bajo la mirada severa de Yahvé. El otro bando apela al fascismo por medio de la fuerza, en donde ellos son los mismos que ejercen el juicio a través de sus propios estándares. Y al final, ambos se creen poseedores de una sola verdad.
Lo curioso es, cuánto menos, la parte de los satanistas: si uno lucha por ser su propio dios, en construir una moral autónoma ¿por qué intentar convencer a otros de que solo tu verdad es única? Si tenemos entendida esta vida como una única ¿por qué entonces actuar a través de un ideal que me niegue los placeres mundanos por mis propios medios?
Como alguien que vive a través del satanismo veo a este mismo como un árbol de múltiples frutos, y solo yo decido cuáles tomar y de cuáles comer sin desentenderme de los otros frutos, más no por ello dispuesto a asegurar que uno tiene mejor sabor que otros, sobre todo si algo como ello en sí mismo es subjetivo.
Noctifer el anticristiano