¡NO HABLARÁS A MENOS QUE SE TE HABLE!
Sé que la regla número uno de las Once Reglas Satánicas de la Tierra dice que un satanista no debe "dar sus opiniones o consejos a menos que se le pregunte". Sin embargo, dado que usted, querido lector, está leyendo este ensayo, voy a suponer que ahora ha dado su consentimiento a mi opinión, así que aquí va.
He tenido que aprender de la manera difícil sobre la importancia de la regla anterior.
Sí, esta ha sido una de las reglas más difíciles que debo seguir. Para dar una idea de cuánto luché con esto mientras crecía, parafraseando a uno de mis maestros de secundaria, "el niño de opinión con un alto coeficiente intelectual". Desarrollé la costumbre de decir siempre lo que pensaba, muchos disgustos de mi madre y otras personas. Si tenía una idea, por lo general la emitiría, y con poca o ninguna consideración sobre si me ayudase a largo plazo. Si pensaba que era verdad, se decía. Esta fue la fuente de muchos problemas para mí y, a veces, atrajo a los matones. No fue hasta que descubrí ese pequeño libro negro tan especial que este mal hábito (en su mayor parte) se rompió en un millón de fragmentos irreparables. A veces surge ese deseo de dejar salir mi opinión, pero luego pienso en los principios de la magia menor como se describe en La Biblia satánica.
La sabiduría que imparte la primera regla es que guardar silencio es una herramienta esencial en la magia menor. La habilidad de saber cuándo hablar, y de reconocer cuándo permanecer callado, es clave para que los que lo rodean adivinen. Si, como dice el adagio, el conocimiento es poder, entonces ¿por qué le darías fuerza a tus enemigos al impartirles el conocimiento acerca de ti mismo? ¡Es como darles un arma para usar contra ti! Al mantener a tus enemigos en la oscuridad, ahora puedes atacar cuando sea necesario para que puedas salir victorioso. Tal vez, si conociera los escritos del Dr. Lavey durante mis años de formación académica, podría haberme salvado de la omnipresente swirly, o (insensiblemente llamada) quemadura india.
Además, como me gustan los viejos refranes, concluiré mi pequeño ensayo parafraseando uno: "¡Mantengan a sus amigos cerca y sus enemigos adivinando!"