PILDORAS PARA LA MEMORIA (III)


 Antisemitismo papal: En 1215 Inocencio III y el IV Concilio de Letrán defendieron con gran fanatismo el antisemitismo. Cuanto nos recuerda a las SS nazis... Pablo IV aplicó con extrema crueldad las decisiones del Santo Padre Inocencio III. En su bula Cum nimis absurdum Pablo IV recordaba que los judíos eran esclavos por naturaleza y debían ser tratados como tales. Por primera vez en los Estados Pontificios se les confinaría en un "gueto", cada uno de los cuáles tendría una sola entrada. Los judíos fueron obligados a vender sus propiedades a los cristianos a precios irrisorios. Se les consintió tener una sola sinagoga en cada ciudad. Pablo IV en su época de cardenal les había quemado todos sus libros, incluyendo el Talmud. Fueron obligados a llevar en público como distintivo un gorro amarillo. Sólo podían emplear el italiano o el latín para hablar. No podían contratar a cristianos, ni recibir asistencia médica de cristianos. Los judíos tenían que mantener al vigilante de la puerta cuyo trabajo era encerrarles durante la noche. Por doquier las atrocidades contra ellos aumentaron. Miles de judíos, hombres, mujeres y niños, fueron quemados vivos en sucesivos "Autos de fe".

Cuando los nazis dieron el nombre de "guetos" a las zonas donde estaban confinados los judíos, buscaban establecer deliberadamente una continuidad entre su política y la de los Papas.

Desde el 21 de julio al 9 de septiembre de 1942 unos 5500 niños judíos fueron deportados por la Francia de Vichy, aliada del Tercer Reich. Eran encerrados en vagones para ganado; el calor y el hedor eran repulsivos. Dos días después se encontraban estas criaturas en Auschwitz y por la noche, ya estaban muertos. El 5 de agosto de 1942 el nuncio en París, Valerio Valeri, informó al Cardenal Secretario de Estado en Roma que los niños deportados fuera de Francia eran conducidos a Polonia, no a Alemania. Siete semanas más tarde, Taylor, el embajador de EEUU, informó al mismo Cardenal Secretario de Estado, Maglione, sobre los exterminios masivos de judíos polacos y de países occidentales en Polonia. Las altas esferas vaticanas ordenaron a Suhard, Cardenal de París, que debería guardar silencio como Su Santidad. En enero de 1943 viajó a Roma donde sería recibido por Pío XII. Se habló de la buena noticia que suponía la contribución financiera de Petain (Jefe de Estado de la Francia de Vichy) a la Iglesia. Nada se habló de los miles de niños franceses deportados y asesinados en Auschwitz.

Después de la destitución de Mussolini, en el verano de 1943, los alemanes ocuparon Roma. El 18 de octubre de 1943 más de mil personas, fueron encerrados en vagones para ganado y conducidad en dirección norte hacia Auschwitz. Pío XII, pese a que los arrestos se efectuaban bajo sus ventanas, no dijo absolutamente nada. Cuando Harold Tittman, diplomático de EEUU, fue recibido en audiencia tres días después, el Papa no mencionó los arrestos de los judíos en sus propias narices. ¡Su preocupación eran las células comunistas que se estaban organizando en Roma! En el curso de las seis semanas siguientes otros diez mil judíos fueron apresados y conducidos a Auschwitz.

En marzo de 1944 los nazis asesinaron a sangre fría a 335 rehenes en las cuevas Ardeatinas. Se ejecutaba a diez rehenes por cada uno de los miembros de la policía alemana herido o muerto por la Resistencia, más 5 víctimas añadidas por placer por el Capitán de las SS Erich Priebke. El Papa Pío XII, cómplice de las ejecuciones, sabía por Dollman, jefe de las SS en Roma, que iban a morir salvajemente asesinadas 335 personas. Evidentemente, no hizo nada para evitarlo. El día de la masacre se hallaba en audiencia con los cardenales del Santo Oficio y los de la Congregación de Ritos, y se estaba preparando para los ejercicios de Cuaresma. La matanza no fue divulgada por la radio independiente del Vaticano.


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