INTRODUCCIÓN (A LA BIBLIA SATÁNICA)
Michael A. Aquino Ph.D.*[i]©1972
Cada era exitosa del desarrollo cultural y ético del ser
humano ha producido su manifiesto literario, un argumento que desafía las
normas existentes y propone una aproximación novedosa a las constantes problemáticas
de la civilización. No con poca frecuencia se ha dado el caso que las
realidades del nacionalismo político han sido mezcladas con el idealismo de
énfasis extra nacional para producir lo que cautelosamente denominamos con el
término existencialismo. Una lista de obras pertinentes podría incluir
la República de Platón, la Política de Aristóteles, El
Príncipe de Maquiavelo, y los escritos de Nietzsche, Hobbes, Locke, Marx, y
Sartre.
Este es el libro de nuestra época. El amanecer de la Edad
Satánica fue celebrado el 30 de abril de 1966 el año Uno. En esa fecha, Anton Szandor LaVey consagró la Iglesia
de Satán en la ciudad de San Francisco y asumió el oficio de su primer Sumo
Sacerdote. Lo que había comenzado varios años antes como un foro intelectual
dedicado a la investigación y aplicación de las Artes Negras se ha expandido desde entonces a un movimiento filosófico
internacional de primera magnitud. El Satanismo, que alguna vez fuera la provincia aislada de
exiliados furtivos y excéntricos radicales, se ha convertido en una seria
alternativa a las doctrinas del teísmo y del materialismo. Al promulgar la complacencia
en lugar de la abstinencia, el Satanismo rechaza la noción de que el progreso
del hombre está condicionado por su aceptación de una moralidad auto-impuesta.
Los Satanistas sostienen que un juicio deviene de la comparación y resolución de
los opuestos, y uno no puede hacer alarde de justicia al honrar un solo
parámetro de comportamiento.
Una aproximación empírica a la moralidad no es una
innovación reciente; teóricos como Pitágoras, Hegel, Spencer, y Compte avanzaron la proposición original
de la independencia intelectual del hombre del orden natural. Y aunque este
concepto ha provocado invariablemente reacciones adversas de la sociedad, basta
repasar los cataclismos espasmódicos de la Historia para ver qué tan
inadecuadamente coopera el homo sapiens con sus semejantes. Sin embargo,
toda teoría por sí misma es inconsecuente. Los defensores de una moralidad subjetiva
eran hasta ahora abstraccionistas de academia y ocasionalmente los dispersos y desorganizados
devotos de la brujería Blanca tradicional[ii].
De hecho estos últimos han disfrutado de cierta notoriedad últimamente, ya que
su supuesta proclamación de una moralidad liberal atenuada por el correctísimo
social atrae a varios aburridos pero tímidos diletantes. Tales aficionados de
lo oculto profesan un horror santurrón a la Magia negra o al Satanismo, al cual
denuncian como una criatura maléfica y degenerada del abuso moral y carnal.
Por otro lado, el Satanista considera a la brujería tradicional
simplemente como una reacción neurótica contra las religiones establecidas de
la cultura patriarcal. La adoración de cualquier deidad o deidades -bajo
cualquier aspecto- es repulsiva para el Mago Negro, quien considera todas las profesiones
de fe o confianza en una entidad protectora sobrenatural como demostraciones humillantes
de cobardía e inseguridad emocional. El Satanismo ha sido malinterpretado
frecuentemente como mera adoración al diablo, cuando de hecho constituye un
claro rechazo de toda forma de adoración como un componente deseable de la personalidad.
No es tanto una anti-religión un simple rechazo de cualquier creencia sino una
no-religión, una negativa sin compromiso de todo misticismo sustancial. Como
tal, representa una amenaza mucho más seria a las teologías organizadas que lo
que pueden ser los escritos arcaicos de las viejas demonologías.
El Ritual y la Fantasía juegan un papel muy importante en
las actividades de la Iglesia Satánica, trabajando sobre el supuesto que la
experiencia y el control de la irracionalidad metafísica y mental son necesarias
para el fortalecimiento de la psique. De esta manera, se hace un esfuerzo para
evitar lo que tal vez constituía el talón de Aquiles de la escuela Gurdjieff-Ouspensky
de evolución psicológica subjetiva; los primerísimos discípulos de este trascendentalismo
auto-determinado postularon que todas las sensaciones no-materialistas eran un peligro
para el estudiante. Un elemento crucial del Ritual Satánico es la apreciación
de sus cualidades inspiradoras e ilustrativas, sin que por ello sea necesario
considerarlo como una realidad inflexible.
El Satanismo queda mejor identificado como una disposición
que como una religión, ya que se ocupa activamente de todas las
facetas de la existencia humana, y no únicamente de los así llamados aspectos
espirituales. Sin embargo quienes proclaman que el Satanismo constituye un
peligro para el sistema de justicia y el orden operacional de la sociedad han
pasado totalmente por alto la idea principal. El Satanismo defiende la libertad
sin restricciones, pero sólo hasta el punto que las preferencias propias no
violen las de otros. Cabe anotar que el Satanismo es una filosofía del individuo,
no de las masas. No existen declaraciones políticas colectivas a excepción de
la advertencia de Crowley: El más grave de todos los pecados es el autoengaño.
Mientras la mayoría de la población puede inclinarse
instintivamente a un Satanismo de hecho, hay que recordarles que los
planteamientos del Satanismo no son para irresponsables. No existen misioneros
Satánicos, y hay que cumplir ciertos requisitos precisos. La inexperiencia no
es motivo de desdeño, pero la pretenciosidad, la hipocresía, y la pomposidad
son tratadas con el desprecio que merecen. El Satanismo no es menos arte que
ciencia, y no habrá patrón de medida deificado.
El Dr. LaVey está capacitado de modo singular para
escribir la historia del nuevo Diabolismo Estadounidense de ascendencia gitana,
rumana y alsaciana, desde muy temprana edad hizo gala de la inquietud
característica de sus ancestros nómadas y mostró una simpatía inusual por su
tradición arcana y mundana. Su temprana preocupación por las ciencias militares
lo motivó a leer diversas publicaciones logísticas de la Segunda Guerra
Mundial, sólo para descubrir que las visiones de gloria militar que caracterizaron
la primera guerra mundial habían cedido lugar al realismo mercenario y
desapegado durante la segunda conflagración. Sus experiencias como estudiante
nada hicieron para borrar el sabor de esta primera muestra del cinismo humano,
y la creciente impaciencia de LaVey con la regimentación estéril de la
educación convencional lo llevarían a buscar los extraños encantos surrealistas
del circo.
Ayudó a Clyde Beatty como domador de animales salvajes y
muy pronto desarrolló una fuerte afinidad por los grandes felinos, misma que
marcaría de una manera bastante curiosa su personalidad. Todas las criaturas
animadas son básicamente bestiales razonaba LaVey y lo único que logran los
órdenes sociales más refinados es, cuando mucho, una supresión endeble de este
salvajismo innato. Del circo pasaría a las ferias ambulantes –carnivals- Donde
el brillo de las artes escénicas estaba matizado con la lucha cotidiana por
conseguir el sustento diario. Aquí LaVey trabajó en un mundo patético pero
digno, poblado de rebeldes, fenómenos, patiños, y rarezas humanas; y aprendería
el arte de la magia de escena, cuyo éxito depende del nivel de distracción que logre
inducir en la atención de su audiencia.
Observaría, no sin cierta dureza, la fascinación que el hombre
"normal" parece tener por sus camaradas deformes regodeándose de
satisfacción al ver cómo la desgracia se ensaña con su prójimo en lugar de ensañarse
con uno mismo. Al interesarse cada vez más en este cruel y licantrópico
atributo de la naturaleza humana, decidió estudiar criminología en la
universidad, e incluso llegó a trabajar en calidad de fotógrafo con el
Departamento de Policía de San Francisco.
Como profesional de circo había tenido la oportunidad de
contemplar el lado carnal del hombre en su faceta más artística; ahora lo
experimentaría en su aspecto más violento y salvaje. Tres años de vivir día a
día con la sangre, brutalidad y abyecta miseria que permean la subcultura
criminal lo dejaron hastiado, enfermo, desilusionado y lleno de ira hacia la hipocresía
imperante de la sociedad amable. Para ganarse la vida, se dedicó a tocar el
órgano de tubos y dedicó gran parte de sus esfuerzos a lo que habría de convertirse
en la labor de su vida; la Magia Negra. LaVey había rechazado desde hace mucho
tiempo los tratados estereotípicos sobre hechicería ceremonial por ser meros
productos histéricos de imaginaciones medievales.
El Viejo Culto[iii],
con sus supersticiones, ademanes afectados y sus juegos de salón infantiles no
son para nosotros; lo que buscamos es una psicología metafísica que atraiga al
hombre intelectual únicamente después de haberle dado a sus orígenes brutales y
animales las consideraciones apropiadas Esta es la razón por la cual nuestro
símbolo es la Cabra de Mendes[iv].
Satán es, desde lejos, la figura más enigmática de la literatura. Poseedor de
toda riqueza imaginable, y siendo el más poderoso de los Arcángeles, rechazó con
desdén su excelsa lealtad para proclamar su independencia de todo lo que
representaba su Jefe Celestial. Aunque condenado al más espantoso de los dominios,
un Infierno absolutamente rehuido por la divinidad, aceptó tales privaciones
como la carga de su prerrogativa intelectual. En su Imperio Infernal uno podrá
complacerse impunemente en los placeres más extraordinarios, sin embargo en
medio de tal licenciosidad desenfrenada, el Diablo ha mantenido una nobleza
peculiar. Esta cualidad evasiva fue con la cual decidimos identificarnos.
Este es el principio guía del Satanismo: que la consecuencia
definitiva del hombre yace no en la unidad sino en la dualidad. Únicamente la
síntesis decide los valores; la adherencia a un orden único es arbitraria y,
por tanto insignificante. La Biblia Satánica es un documento de lo más insidioso.
Uno se siente fuertemente tentado a compararlo con esa mitología maléfica y
oscura que es El Rey en Amarillo, un trabajo psicopolítico que supuestamente
llevaba a sus lectores a la demencia y la perdición.
Por muy cándida y coloquial que pueda parecer a primera
vista, La Biblia Satánica no es un volumen que pueda ser pasado por alto
fácilmente. Es un producto muy de nuestro tiempo, no sólo porque un libro así a
la par que su autor probablemente habría sido destruido en una época anterior,
sino porque su creación fue una inevitabilidad evolucionaría.
Tú, lector, estás a punto de ser empalado en los afilados
cuernos de un dilema Satánico. Si aceptas los postulados de este libro,
condenarás a tus más preciados santuarios a la aniquilación. A cambio despertarás
al más feroz de los Infiernos si rechazas su argumento, te resignarás a una desintegración
cancerosa de tu hasta entonces inconsciente sentido de identidad. No es de
extrañar que el legado del Archienemigo le haya prodigado enemigos tan amargos!
Cualquiera que sea tu decisión, no podrás postergarla por
más tiempo. La Biblia Satánica finalmente articula lo que el hombre, instintivamente,
siempre ha temido proclamar: que él es, potencialmente, divino.
Michael A. Aquino
IVº Magister
Templi
Iglesia de Satán,
1972 (VII Anno Satanas)
[i] Michael
A. Aquino formó parte de la Administración de la Iglesia de Satán dese 1969
hasta 1975. Esta introducción apareció en la edición de la Biblia Satánica de
1972. Se separó de la Iglesia de Satán por diferencias ideológicas con Anton
LaVey y formo su propia organización, el Templo de Set, que cuenta hoy
en día con varios miles de miembros alrededor de todo el mundo. Es autor, entre
otros libros, de un voluminoso tomo sobre la historia de la Iglesia de Satán
desde 1966 hasta 1975. Actualmente goza de una merecida pensión como Teniente
Coronel del Ejército de los Estados Unidos.
[ii] White
witchcraft o WICCA
[iii] Old Craft en el texto original
.N. del T.
[iv] La
Cabra de Mendes o Símbolo de Baphomet es la imagen del Macho Cabrío insertado
en una estrella de Cinco puntas.