SOBRE LA INCERTIDUMBRE DE LA EXISTENCIA DE DIOS

 

Si en una sala llena de gente usted preguntase “¿Cuántos aquí creen en la existencia de Dios?”, dudosamente recibirá una respuesta homogénea. Descubrirá que algunos creen, otros no, y otros no estarán del todo seguros. Si, en cambio, usted preguntase “¿Cuántos aquí creen en la existencia de un fruto llamado banana?”, la respuesta será unánime. Cualquier persona, no importa si nivel cultural, sabrá lo que es una banana. Incluso si nos encontrásemos con el insólito caso de que alguien no conoce lo que es una banana, sería muy fácil demostrarle y explicarle su existencia. De lo cual se concluye que existe más evidencia de la existencia de bananas que de Dios.

Un sacerdote que haya decidido dedicar su vida a Dios, ha decidido dedicar su vida a algo que la Humanidad en su conjunto jamás definió si realmente existe. Su vida tendría más sentido si la hubiese dedicado a adorar bananas, pues nadie duda que éstas son reales.

Malgasta su tiempo quien lo dedica a algo improbable. Quienes se entusiasman con quimeras invisibles tarde o temprano se tropiezan con la brutalidad del mundo material. Quienes buscan una vida de provecho, la dedican a lo tangible y visible. Muchos dudan del espíritu. La carne, en cambio, es real e inapelable.


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