UN APUNTE SOBRE EL PECADO

Resulta curioso desde el punto de vista de un servidor, que los voceros del señor del bien gasten tanta y tanta energía en la preocupación por cosa tan insignificante; como es, el “pecado” que es atacado con un ímpetu intrínsecamente proporcional al placer que recibimos al cometerlo, y sobre todo cuando el pecado es cometido por los otros. Es entonces, cuando vemos claramente los verdosos ojos de la envidia y los dientes afilados de una ira, mal encaminada. ¡Pecados ambos, muy presente en el corazón cristiano, musulmán y judío!


Un buen cristiano se escandalizará ante la corrupción del mundo −y como buen hipócrita negará su parte de culpa− sin embargo, ni el más devoto de los “santurrones” podrá apenas esconder la sonrisa maliciosa o la erección impetuosa, que le provoca dicha corrupción. Es delicioso, ver como estos estúpidos y cobardes beatos, llaman corrupción a los instintos más básicos del hombre, como lo es por ejemplo el deseo sexual.

Al igual que una mujer frígida llamará puta a una mujer apasionada, o un hombre impotente llamará pervertido al hombre potencialmente sexual, asimismo el cristianismo llamará malvados a aquellos que tienen la valentía de cuestionar las leyes divinas y actúan movidos por sus propios deseos y una justicia más elevada de lo que es pecado o virtud −y no, como es entendida, por las religiones “del Dios de los buenos”−.

Existe una gran diferencia en el aspecto de la contemplación del mundo por los ojos de un Santurrón y desde los de un Satanista. El hombre Santurrón se escandalizará ante el pecado en que vive sumergido este mundo en el que vivimos, y exteriormente mostrará su total desaprobación e indignación alegando que tal o cual acto son una blasfemia y una corrupción a los ojos de Dios. Esto sólo, ante los otros inquisidores, pero en su intimidad, en su interior, en su recogimiento seguramente se masturbará con la mano izquierda excitado por la corrupción, contra la que tan furiosamente predica. 




El Satanista tomará otro partido. Un Satanista siente nauseas ante la estupidez de esta sociedad hipócrita en la que vive totalmente sumergida la sociedad humana, pero al mismo tiempo muchas veces no le quedará otra salida en su indignación, ante la idiotez, que el explotar en una sonora carcajada provocada por los payasos que gobiernan este mundo tan tristemente plagado de imbéciles.

Por ponerles un ejemplo: El hombre santurrón condenará sin tapujos la conducta homosexual, aunque irónicamente aquellos que más furiosamente predican el mensaje de la homofobia suelen ser homosexuales latentes −ya que el hombre a menudo desprecia con más fuerza lo socialmente inaceptable, sobre todo cuando él mismo es parte de lo socialmente inaceptable−. Mientras que tales hipócritas condenan a los pecadores, nosotros con tridentes de razón empalamos a los cobardes creadores de pecados.

Compártelo con esa persona que sabes que le gustaría recibir noticias oscuras