De los diversos placeres que puede ofrecerse a sí mismo, el mayor es el orgullo: el placer que él tiene por sus propios logros y por crear su propio carácter. El placer que él deriva del carácter y de los logros de otro ser humano es el de admiración. La máxima expresión de la más intensa unión de esas dos respuestas —orgullo y admiración— es el amor romántico. Su celebración es el sexo.
Es principalmente en esa esfera —en las respuestas romántico-sexuales de un hombre— en la que su visión de sí mismo y de la existencia queda elocuentemente revelada. Un hombre se enamora de, y desea sexualmente a, la persona que refleja sus propios y más profundos valores.
Hay dos aspectos cruciales en los cuales las respuestas romántico-sexuales de un hombre son psicológicamente reveladoras: en la elección de su pareja, y en el significado que tiene, para él, el acto sexual.
Un hombre de autoestima, un hombre enamorado de sí mismo y de la vida, siente una intensa necesidad de encontrar a seres humanos a quienes poder admirar, de encontrar a un igual espiritual a quien amar. La cualidad que más le atraerá es la autoestima, la autoestima y un claro sentido del valor de la existencia. Para un hombre así, el sexo es un acto de celebración, y su significado es un tributo a él mismo y a la mujer que él ha elegido, la forma más alta de experimentar concretamente y en su propia persona el valor y la alegría de estar vivo.