Yo soy. Yo pienso. Yo quiero.
Mis manos. Mi cuerpo. Mis pensamientos. Mi corazón. Mi cielo. Mi selva.
Esta tierra es mía.
Mía... mía...
Yo soy. Yo pienso. Yo quiero.
¿Qué he de decir, después de estas palabras? ¿Las otras son inútiles y sin significado? Este es el Fin y la Respuesta. Este es el sacramento y la santidad de todas las santidades. Este el sello que el hombre ha impreso a través de los cielos del universo.
Yo soy. Yo pienso. Yo quiero. Estoy aquí, en la cumbre de la montaña. Levanto la cabeza y alargo los brazos. Este mi cuerpo y este mi espíritu en mi cuerpo, son el fin de todas las interrogantes, y el objeto y la gloria. ¡Eso es! Yo soy la meta y la razón de todas las cosas. Pero no me hacen falta razones para vivir y ni siquiera palabras que sancionen mi vida. Yo soy la razón y la sanción. Yo, mi cuerpo y mi espíritu.
Son mis ojos los que ven, y la mirada de mis ojos confiere belleza a la tierra. Todas las cosas llegan a mi juicio y yo peso todas las cosas y les doy validez con mis “Sí” o con mi “No”. Así nació la Verdad, y sus ramas y sus hojas, esta es la fuente y el océano de toda la Verdad, esta es la base y el vértice de toda la Verdad. Yo soy el juez. Yo soy el que mide y pesa. Yo soy el principio de toda la verdad. Yo soy su fin.
Mi vida es oscura, pero la estrella que me guía está dentro de mí. La estrella que me guía es la brújula con la barrita imantada que me indica el camino. Lo indica para toda la eternidad, pero en una sola dirección. Me lo indica a mí.
Yo pienso. Mi pensamiento es el camino, la ruta y el viajero. Mi pensamiento es mi templo y mi fortaleza. Mi pensamiento es mi dios y el sacerdote y el guerrero. Mi pensamiento es mi altar y la espada en mi mano. No lucho más que con mi mano y mi espada.
Donde yo voy va, antes que yo, mi voluntad. Mi voluntad que elige y ordena y crea. Mi voluntad, la dueña que no conoce dueños. Mi voluntad, la liberadora y conquistadora. Mi voluntad que es una llama sutil, firme y santa, en el relicario de mi cuerpo que es el relicario de mi cuerpo que es el relicario de mi voluntad.
Muchas palabras me han sido concedidas, y algunas son sabias y otras falsas, pero sólo tres son sagradas: ¡Yo lo quiero!