SOBRE LOS CAMINOS OSCUROS

 

Las filosofías y los senderos místicos que no buscan ahondar en los llamados “senderos de la luz”, tienen en común que buscan romper con los paradigmas comúnmente asociados a los tabúes sociales y culturales. 

Son transgresivos con las ideas comunes porque no buscan un bien colectivo, más bien, se busca un bien individual que le permita desarrollar esa individualidad y esa individuación, que, a saber, el primero se valida con el colectivo y el segundo que es el desarrollo de la propia identidad: un individuo integrado que ha desarrollado la capacidad de ser autónomo e independiente. Es el desarrollo del Yo, y, por tanto, el desarrollo del propio individuo. 

Esto visto desde la moral y los preceptos de los otros caminos espirituales, es tomado como un acto egoísta que va contra los valores convencionales porque se busca el propio bien y no el colectivo, sin embargo, la contradicción esotérica radica en que un individuo que no es por sí mismo, que no se ha desarrollado ni madurado antes a sí mismo, no puede ser socialmente funcional. Y esto, si quisiéramos entenderlo desde la perspectiva social y colectiva porque no dejamos de estar dentro de una sociedad, una sociedad en la cual estamos inmersos y que de alguna u otra forma nos hace interactuar “forzosamente” con “los otros”. La diferencia entonces está en el cómo nos hacemos a nosotros mismos y cómo interactuamos con “los otros”.

Por otro lado, se es antinomia no porque no se va con el ideal colectivo, que como bien sabemos usualmente es errado porque se centra en grupos y no en individuos, en beneficios que siguen siendo de unos cuantos y nunca en pro de todos los individuos (que es hasta irónico, pero entendible), y aunque podamos abordarlo desde el hecho que nadie se encuentra en la misma posición ni en el mismo lugar, estos caminos no están hechos para todos precisamente porque ni todos estamos en donde mismo ni nos dirigimos hacia lo mismo. 

Es por esto que estas filosofías se manchan fácilmente de la moral cristiana a la cuál Nietzsche ataca y critica con justa razón, porque se toma y se cree que esta religión y “filosofía de vida” es justa y equitativa con todos como si de una verdad absoluta lo fuera cuando no lo es y nunca lo será, porque las cadenas y los límites que sus propias normas se establecen y que nos heredan cultural, educativa y familiarmente se nos van enquistando y, por tanto, siendo así desconocido, transgrediendo lo común, lo que es socialmente tachado y rechazado, como un mecanismo de defensa y por el efecto y la crítica en masa, logra su cometido: aislar a quienes no van con lo colectivo. 

Al no ser entonces, seres completamente racionales, al desarrollar primero emociones y mecanismos de reflejo que aseguren nuestra “supervivencia”, caeremos en aquello que nos haga sentir bien, seguros y confortados, aunque no sea lo que nos sirva ni lo que nos lleve hacia nuestra propia liberación. Aunque también hay que decirlo, existen aquellos quienes no lo quieren y así están bien pues no está dentro de sus ideales y metas personales, evaluar su entorno ni evaluarse a ellos mismos. De ello tenemos entonces las prácticas aceptadas y las normas no escritas, las que permiten juzgar al otro desde la comodidad de mi mundo.

No obstante, para los espíritus decididos en buscar más, para las mentes que buscan liberarse de los dogmas y de los prejuicios que solo obstaculizan el propio desarrollo del Ser, para quienes la noche y el caos representan una oportunidad de transgresión y rebeldía ante un status quo pelele y vulgar que limita al individuo mismo en una monotonía sin sentido, los caminos de la noche son, sin duda, una herramienta de auto liberación. Aunque dejando claro desde luego que quienes los transitemos no significa que encontremos fácil y rápidamente las respuestas y que, mucho menos, sea la respuesta ante nuestros deseos y objetivos, porque como toda herramienta, depende de la forma y del modo de empleo, de la psique y del autoaprendizaje que vaya teniendo de sí mismo.

Por eso el culto a la muerte, a las sombras, a la noche y al caos, se vuelven un camino más que un objetivo, pues mientras donde muchos ven un fin y un destino, otros vemos un inicio. Y este, es el desarrollo del Ser, desde su potencial al integrar todo aquello que ignora, que le transgrede, que lo expone ante la incertidumbre, el caos y lo rebelde. Es, pues, el hombre que se busca conocer con todos sus matices, pero que utiliza para ello lo más oscuro de sí mismo para desenvolverse y crearse.

Y si aún tenemos prejuicios sobre esto, entonces conviene más voltear hacia uno mismo y atreverse a juzgar la propia sombra, el propio infierno que yace en su Ser y que desconoce, porque nunca se ha enfrentado a lo peor de sí mismo. 

Seamos pues practicantes con responsabilidad y ética hacia nosotros mismos.


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