El SMI se asocia con tradiciones y modelos espirituales que acentúan la presencia de fuerzas caóticas, ya sea a través de su simbolismo o de su discurso. Podemos encontrar comúnmente a figuras como Satán, Lucifer, Tiamat, Apofis, Set, Loke y demás, que representan las fuerzas del caos que los dioses cósmicos buscan mantener a raya. El SMI utiliza estas figuras como símbolos del poder caótico que disuelve las estructuras limitantes que evitan la evolución del individuo.
El historiador y ocultista Thomas Karlsson propone en su libro Qabalah, Qliphoth and Goetic Magic, que existen tres niveles de conocimiento en el ámbito del esoterismo:
Existen tres niveles principales del conocimiento, de los cuales el primero es nuestro conocimiento mundano y la información presentada por la ciencia común. Debajo de este nivel encontramos al conocimiento esotérico de la luz que ha sido transmitido por las ciencias ocultas regulares. Por debajo de este nivel podemos encontrar el conocimiento esotérico oscuro. (…) el esoterismo de la luz lleva hacia una unión con los dioses masculinos de la luz, como Yahvé o Marduk. El esoterismo oscuro, por otro lado, lleva hacia las entidades draconianas primordiales como Leviatán, Tehom o Tiamat, que existieron mucho antes que los dioses de la luz y que existen en el infinito más allá de la luz divina.
El trabajo activo con las fuerzas del caos tiene la finalidad de permitir la entrada de estas fuerzas en la vida del individuo, quien debe aprender a dominarlas, o en otras palabras, debe aprender a “montar al Dragón”. Esto significa que el caos debe equilibrarse con orden, pero no un orden externo, sino un orden autónomo, autogenerado, surgido de la propia voluntad verdadera de la persona. El conocimiento del esoterismo oscuro nos lleva hacia un conocimiento de nuestra propia sombra, un encuentro que no es cómodo ni sencillo, pero sumamente enriquecedor.
El SMI se coloca no solamente como opuesto al SMD, sino que los poderes con los que trabaja son más antiguos. El caos precede al orden, tal como Caín precede a Abel, la oscuridad a la luz y el instinto a la civilización. En la siguiente tabla, tomada del libro La Via Oscura del académico y ocultista italiano Alberto Brandi, se resumen algunos de los elementos asociados con ambos senderos:
EL LADO OSCURO
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EL LADO LUMINOSO
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Ctónico, terrestre
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Uránico, celeste
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Orgánico
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Mecánico
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Naturaleza
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Civilización
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Panteísmo o politeísmo
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Monoteísmo
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El hombre en la naturaleza
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Dominio sobre la naturaleza
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Realismo
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Utopía
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Idealismo
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Materialismo
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Tiempo cíclico
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Tiempo lineal
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Holismo polarizado
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Dualismo
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En base al cuadro, podemos observar que las asociaciones entre los senderos muestran una especie de primordialidad en el SMI: lo orgánico y la naturaleza vienen antes que lo mecánico y la civilización, el panteísmo antes que el monoteísmo; lo ctónico y lo terrestre se contraponen con lo uránico y lo celeste; el tiempo cíclico de las culturas antiguas se opone al tiempo lineal del pensamiento occidental, etc. Es interesante cómo lo ctónico y lo terrestre son también asociados con lo femenino, mientras que el cielo es asociado con lo masculino. Mientras que en las religiones monoteístas la mujer toma un rol secundario, en el SMI la mujer tiene un papel central. La mujer ha sido siempre un símbolo de lo prohibido y de lo desconocido, por lo que su asociación con la oscuridad y el caos es aprovechada en el SMI como un medio a través del cual los adeptos de ambos sexos pueden obtener poder. Este poder, sin embargo, debe ir acompañado de una disciplina férrea, pues de lo contrario es fácil caer en ego trips o en prácticas hedonistas que nada tienen que ver con el desarrollo personal.
W. García