En este texto retomaremos uno de los conceptos fundamentales de la filosofía de la Iglesia Mayor de Lucifer: el Sendero de la Mano Izquierda. Este concepto ha sido definido de muchas maneras por diferentes autores, y aquí intentaremos esclarecer algunos de los puntos que consideramos más importantes acerca de esta postura mágico-filosófica.
Definiciones y Características
En el pensamiento esotérico occidental moderno, se perfilan dos modos básicos de la espiritualidad, que implican perspectivas, actitudes y concepciones diferentes acerca de ideas como lo divino, lo humano, lo carnal, etc. Estos dos modelos se denominan “senderos”, y se distinguen utilizando el simbolismo de la mano: el sendero de la mano derecha, y el sendero de la mano izquierda. Desafortunadamente, la esencia de ambos senderos a menudo se ve tergiversada debido a la ignorancia de sus practicantes, creando ideas fragmentadas que llevan a un pensamiento casi dogmático. Intentaremos a continuación dar una visión lo más objetiva posible de ambas posturas.
El sendero de la mano derecha (SMD) se refiere, de manera general, a las formas y expresiones de la espiritualidad que se enfocan en elementos como orden, ley, restitución, salvación, redención, iluminación. En el SMD solemos encontrar que tanto la teoría como las prácticas mágicas están determinadas por una figura externa de autoridad, llámese esta gurú o maestro, y cuya naturaleza puede ser terrenal (maestros de carne y hueso) o extraterrena (espíritus, ángeles o extraterrestres). Esta figura de autoridad determina la dirección de la enseñanza de la cual participa el adepto, quien la sigue prácticamente al pie de la letra.
El sendero de la mano izquierda (SMI) hace referencia a las manifestaciones espirituales que se enfocan en elementos tales como el caos, la disolución de las estructuras, la individualidad, la salvación personal, y la deificación. El investigador Kennet Granholm distingue tres características esenciales que subyacen al discurso del SMI: individualismo, antinomismo y autodeificación. De manera general, estas tres características permiten hacer una distinción con respecto de los modelos del SMD:
Individualismo: el SMI es individualista, mientras que el SMD es colectivista. Esto queda plasmado en la idea de la salvación: el adepto del SMD busca “salvar” al mundo a través de la redención, mientras que el adepto oscuro busca su propia “salvación” o “liberación” de un mundo visto como limitado y limitante del propio potencial del individuo. El SMI es solitario, no en el sentido de soledad sino de solitud, esto es, uno crea su propio camino a partir de experiencias personales sin salir del mundo. Quien recorre el SMI no es un ermitaño que se aleja de la sociedad, sino alguien que puede mantener su propia individualidad incluso en medio de las masas.
Antinomismo: el SMI es antinómico, mientras que el SMD es nómico. En un punto posterior de este mismo texto, analizaremos la relación y la importancia de los conceptos de tradición y ortodoxia según ambos modelos. Por el momento, señalaremos que el adepto del SMI toma una postura antinómica, pues a través del cuestionamiento busca derribar las barreras que limitan su existencia y alcanzar así la libertad. Tomar una postura antinómica no equivale a actuar de manera antisocial, sociópata ni criminal, sino que indica la desobediencia o el no reconocimiento de ciertos aspectos de una doctrina. El antinomismo tiene la finalidad de romper los condicionamientos impuestos por la cultura y la civilización, factores que evitan la libertad individual.
Autodeificación: el fin del SMI es la autodeificación, el del SMD es la disolución de uno mismo en lo divino. En el SMD, la finalidad está asociada con un estado final en que el adepto se disuelve en la figura de la divinidad, sea esta Dios, Alá o Brahma. En el SMI, la libertad es entendida en términos de libertad de elegir: el adepto oscuro, al final de su sendero, no alcanza una libertad final asociada con la terminación de un proceso; en su lugar, alcanza un estado en que toda posibilidad se vuelve posible, quedando en el adepto la libertad de elegir su destino. La esencia de la deificación no es la transformación en una figura de poder en el mundo, sino en la realización del potencial creativo del individuo a través de su libre elección.
A partir de estas 3 características podemos darnos ahora una idea de la naturaleza del SMI en occidente. Este es un sendero individual, personal, solitario, en el que, a través del cuestionamiento de lo establecido y la acción consciente, el individuo puede romper así las barreras que lo limitan y alcanzar la libertad. Si bien las tradiciones mágicas y místicas del SMD también poseen elementos de solitud, cuestionamiento y acción, el énfasis sobre la libertad como cuestionamiento es problemática en este enfoque, pues el cuestionamiento va dirigido directamente contra las estructuras de control que limitan al individuo.
A pesar de las diferencias expuestas hasta este punto, la mayoría de las distinciones que se formulan acerca de estos dos senderos son más ideológicas que prácticas o filosóficas, lo que quiere decir que son distinciones hechas a partir de lecturas superficiales. Es posible que el origen de esta perspectiva se encuentre en la ocultista rusa H.P. Blavatsky, fundadora de la Teosofía,
quien difundió el pensamiento místico oriental en Europa y América. Sin embargo, la influencia del pensamiento religioso dualista dominante en occidente parece haber nublado su juicio acerca de los senderos místicos hindúes. De acuerdo con la visión de Blavatsky, las religiones monoteístas occidentales forman parte del SMD, mientras que el SMI corresponde a prácticas y técnicas hedonistas que traen consigo la condenación del ser humano al mundo de la materia (vista como algo negativo). Esta visión dualista es propia del pensamiento occidentalizado europeo de la época, pero también puede encontrarse en la cultura contemporánea, e incluso en círculos que manejan el SMI.
W. García