LA FILOSOFÍA DE LA NO-ESPERANZA

"Hécate dijo, «deja de tener esperanza y cesará el miedo». La causa principal de estos males es que, en lugar de adaptarnos a las circunstancias presentes, enviamos nuestros pensamientos demasiado adelante."

- Séneca

La filosofía de la “no-esperanza”, no pretende ser un pensamiento ideal que se vuelva algo a seguir, sino un precepto real que se aplique a partir desde este momento.

Ansiedad, preocupación, miedo, desolación, abandono, letargo. Son algunos de los causales negativos en los cuáles nos vemos arropados cuando la vida carece de sentido o hemos perdido una meta. Pero, ¿y qué pasaría si en lugar de negarlo, volteamos y abrazamos a la no-esperanza?

Friedrich Nietzsche lo decía muy acertadamente: “la esperanza es el peor de los males pues prolonga el tormento de los hombres.”

Y es que, si nos ponemos a pensar en que la desesperanza y la esperanza son opuestos o contrarios, en realidad son lo mismo, aunque van en diferente dirección: uno te ata a un futuro incierto y el otro te encadena a un pasado obsoleto. 

No hay frase más realista, sincera, estoica y nihilista que construirse a partir de una nada, o bien de lo que uno ya es, siendo nada y siendo absurdo: “abandonad toda esperanza”, nunca había comprendido semejantes palabras tan llenas en sabiduría y tan iluminadoras.

Como si fuera el fuego de Hécate o la Llama Negra de Lucifer, el vivir en la oscuridad es comprenderla desde los huesos. Aceptarla y transformarla como parte esencial del camino es, pues, el camino mismo, porque una vez que transformamos esto en nuestra mente nos transformamos a nosotros mismos. Y, por ende, el camino (y nuestra vida, por consecuencia y causalidad) se transforma. 

Iluminarse a través de la no-esperanza suena aterrador, sobre todo cuando vivimos llenos de expectativas, metas y sueños. No considera, esta filosofía, que abandonemos pues completamente nuestros objetivos, sino que seamos realistas y consecuentes con aquello en lo que ya estamos, en lo que somos y en lo que poseemos. No como una limitante sino como una transformante, que nos envuelve de madurez, de pensamientos agudos y asertivos. 

El problema, pues, de la esperanza, es que nos llena de pretensiones y falsas nociones de aquello que, ya de por sí, está fuera de nuestras manos, no significando por ello que no podamos llegar, sino que las aproximaciones son diferentes y menos obtusas. 

Memento morí”, “recuerda que también morirás”, nos abren paso a la filosofía del vivir el presente con furor y estoicismo, mirando a la cara a la muerte y a la noche oscura que nos abren paso a la verdadera transmutación, aquella que nos permite rehacernos y recordarnos que, si somos nada, comenzamos a serlo todo. 

Yo sé, que suena muy nihilista, pero comprender esto es comprender el presente, no con desdén sino con responsabilidad. Esto hace, que no solo aprovechemos mejor nuestro tiempo, sino que permitamos a nuestro Ser convertirse en aquello inmortal, no por lo que hará sino por lo que hace en este momento. 

Ya lo decía Ovidio: “Apresúrate; no te fíes de las horas venideras. El que hoy no está dispuesto, menos lo estará mañana.

Cuánta razón y sabiduría hay el vivir en consciencia de muerte y en virtud del apateísmo, que trasgrede los viejos preceptos de los falsos ideales y de aquello que nada es seguro.

Acostumbrémonos, pues, a vivir sin esperanzas, porque el que nada espera, nada lo posee, y entonces se vuelve libre y se construye, día con día, a sí mismo.

El miedo y la esperanza son lo mismo, y la fe se alimenta ciegamente de ellas. Por ello decía Marco Aurelio: “nunca permitas que el futuro te perturbe.”

Por ello calma, calma. No vas a dominar el resto de tu vida si no comienzas por hoy, y sino buscas transformarte en cada momento en todo el presente: domina tu día, controla tu presente. Y luego al día siguiente y así consecuentemente.

Este, es el camino áspero, el que nos transforma de mortales a dioses. El que enseña Saturno a vivir en templanza, justicia y dominio.

Entonces, pues, no esperes a vivir: vive. No pienses en cómo vivir: vívelo. No ansíes el cambio: cámbialo. 

La libertad no se busca, se conquista: se toma, se vive, se ejerce


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