El cristianismo, en su momento surgió como un movimiento reactivo a la religión judía y a sus prácticas corruptas (repetidas hoy en día por las principales religiones del mundo), asimismo, de manera indirecta, fue también un movimiento político en contra del imperialismo romano; todo ello desarrollado durante el siglo I antes de nuestra era.
Ahora bien, dicho movimiento es promovido por varios personajes, entre los que destacan Simón el Mago, Gestas, Judas el Iscariote, Juan Bautista o por obviedad Jesús el Nazareno −nombrados en su uso latino por comodidad−. Lejos de la verdad es que el último de los nombrados haya sido el fundador de la religión cristiana.
De hecho, algunas teorías especulan que la figura crística de Jesús el Nazareno, no corresponde a un personaje histórico, sino más bien a un resumen doctrinal, filosófico y político personificado en el personaje ficticio de Jesús, lo anterior pues es sabido que la mayoría de evangelios (apócrifos y ortodoxos) fueron escritos por lo menos un siglo después de su supuesta aparición, de hecho existen discrepancias esenciales entre los cuatro evangelios oficiales, no se diga entre los evangelios apócrifos, las cuales dependían de si éstos habían sido escritos por los esenios, gnósticos, agnósticos, maniqueos, donatistas o pelagianistas.
Por otro lado, es muy común que en los primeros siglos de nuestra era se escribiera a modo de fábula o parábola para difundir un mensaje, por lo que es muy probable que el personaje de Jesús haya sido ficticio, lo cual no quiere decir que no haya existido un Jesús de Nazaret, sin embargo, ese histórico puede que nada tenga que ver con el novelesco cristo.
Lo anterior también se basa en que, el cristianismo como religión organizada no surge hasta muy entrado el siglo IV, y que su creador y fundador lo fue el Emperador Constantino el Grande o Constantino I, quien sin ser cristiano convocó al concilio de Nicea, en el cual crea los fundamentos de la nueva religión y crea un canon bíblico, es decir escogió los libros que debía contener el libro que sería su fundamento; de ahí que es presumible que dichos libros hayan sido modificado atendiendo a los intereses del imperio, y otros muchos desechados por ir en contra de los mismos, por lo que el cristianismo nace como una religión a modo y no como una genuina.
Conforme a lo anterior, es muy probable que la figura de Jesús-Cristo haya sido una parábola, un personaje semejante a Sócrates −el cual se presume fue creado por platón− o como Hiram Abiff para la mazonería, es decir, un personaje simbólico que, como todo simbolismo encierra una enseñanza, a veces esotérica otras exotérica, pero que en realidad es un compendio de enseñanzas impulsadas por un conjunto de personajes y no como se ha hecho creer por un solo individuo, que, empero, dicha ideología, desgraciadamente, fue manipulada a modo para responder a los intereses políticos de un imperio que para el siglo IV estaba resquebrajándose (no se olvide que por esos años Roma había caído y el poder había sido trasladado a Constantinopla) dando inicio a la alta edad media.
Ahora bien, dicha religión basa su doctrina en el credo niceo-constantinopolitano, nombre que hace alusión al lugar donde surge y a su verdadero fundador, credo que por cierto, tiene muchas referencias al orfismo, del cual el actual luciferismo toma mucha de su doctrina; religión que en realidad surge como una depositaria y preservadora de una cultura o mejor dicho imperio que estaba condenada a morir, ¿o no?
Ciertamente, el pseudocristianismo fundado por Constantino, fue, en realidad, un testamento de un imperio moribundo, el cual −haciendo honor a la cultura que puso las bases del derecho moderno occidental− necesitaba un albacea, para lo cual conformó una institución para dicho efecto, la cual se encargaría de preservar el conocimiento, pero sobre todo la finalidad del imperio, herencia que en su momento sería reclamada y repartida entre sus hijos, dicha herencia hoy se le da nombre “nuevo orden mundial” o por su nombre original latino “Ordo Cuagula”.
De ese momento en adelante todo conocimiento fue resguardado, fue hecho exclusivo, se excluyó al grueso de la población; conocimiento latente, pero no muerto, simplemente de acceso restringido, guardado en los altos monasterios, oculto tras un falso incendio de la biblioteca de Constantinopla. Finalmente reza el dicho “el conocimiento es poder y la ignorancia sumisión”, los herejes −libres pensadores− eran quemados en la hoguera, las brujas −verdaderas feministas− corrieron igual suerte que los primeros, nacía el oscurantismo, cultismo disfrazado de fanatismo.
Hasta aquí la primera parte de mi ensayo, la cual es meramente expositiva; empero, dejo algunas preguntas en el aire: ¿Hasta qué punto el cristianismo primitivo −me refiero al conjunto de ideologías reaccionarias al imperio y a la religión judía− es semejante al actual satanismo? ¿Acaso, no es probable que el actual satanismo comparta fundamentos con el cristianismo anterior al de Constantino? Los actuales cristianos, por muy separados del vaticano que estén ¿acaso no están “creyendo en un conjunto de dogmas por demás falso y anacrónicos? Jesús-cristo ¿No es acaso el mejor personaje de ficción jamás creado?
Jesús Rodrigo Yhmoff Adibuda Adhogati